5.19.2012

Pais del Parkinson (cap. 1 El Cuerpo no Calla)

Conducía mi auto como en medio de un rebaño de ovejas, cuando los demás automóviles paraban, yo también; si aceleraban, hacía lo mismo. Tan ensimismada iba en medio del tráfico, que no tenía bien en claro a dónde me dirigía. Seguía la corriente, como en piloto automático.
No podía evitar sentirme igual a mi abuela. Había visto desde cerca cómo era eso de vivir en un país ajeno. En el mío (antes de la enfermedad) dos más dos era igual a cuatro. Una vez expulsada de ahí sentía que todo podía suceder.
Estaba marginada, por enferma, del mundo de los sanos.
Con el diagnóstico que recibí a mis treinta y cinco años me vi expulsada de mi sueño. Quedé aislada, sola en medio de todos. Me rodeaba un cerco infranqueable que no sólo yo no podía atravesar hacia fuera, sino que tampoco lo podían cruzar los demás. Así, siendo muy joven aún, no tenía más remedio que aguantarme y ser para siempre “la diferente”.
Un semáforo en rojo me hizo detener delante de una publicidad. Una foto gigante de una jovencita sugerentemente recostada, vestía botas y un abrigo de cuero. No me molesté en averiguar qué promocionaba, me daba igual si era shampoo o ropa. Sólo veía esa perfección tan vacía.
Recordé que años atrás bien había podido ser modelo. Mis movimientos felinos eran entre perezosos y etéreos. Con toda naturalidad podía hacerme dueña del aire que me rodeaba haciéndolo formar suaves remolinos detrás de mí. Mi cuerpo era de líneas largas y mi aspecto agraciado.
Eso, mi gracia natural, nadie sabía con certeza en qué momento se había desactivado, simplemente me transformé en otra persona, una extraña. Así me sentí cuando empecé a notar el desfase entre mi entorno y yo.
Mis movimientos se tornaron rígidos, mis pasos dubitativos, con la inseguridad que genera un terreno desconocido. Intentaba que mis gestos toscos pasaran desapercibidos, así no se notaría de dónde venía. Mi mayor deseo era parecer nativa, como todos los demás, no extranjera.
Así me sentía, una extranjera en mi cuerpo, portando mi nueva nacionalidad a cuestas: Parkinson.
Crucé las vías del tren recordando que iba a buscar a mis hijos a la salida de la escuela. Me toqué el cuello con la mano izquierda porque tenía una fuerte contractura y sentí como si alguien me tocara con un guante. De inmediato seguí probando, quería ver cuál era la parte insensible, la yema de los dedos o el cuello. Me toqué el antebrazo derecho y comprobé que los dedos de la mano izquierda estaban fríos.
En el país del Parkinson la realidad era distinta a la que estaba habituada. Confiaba mucho en mi olfato y ahora era como si estuviera adentro de un envase plástico con olor rancio; no sé bien si era plástico o medicamento, pero todo olía a eso. Incluso sabía a eso. Todo: el agua, el aire, mi boca…
Venía pensando en que fui expulsada de mi realidad anterior, y condenada para siempre a la enfermedad. Estacioné delante del portón metálico, frente al cual ya había algunas madres. Para abrir la puerta del auto usé la mano derecha, con lo que recordé que debía haber tomado mi dosis de remedios correspondiente a la tarde.
La conversación de esas mujeres me pareció superficial. Nadie tenía la culpa, ni de que los demás se hubieran quedado en su país ni de que yo me sintiera exiliada.
Me sentía así porque el idioma de mi cuerpo era otro y también por la baja autoestima, la angustia y la ansiedad, propias del cuadro de la enfermedad.
Esto dificultaba mucho mi relación con los demás. Notaba cómo se les transformaban las caras a mis interlocutores por el horror de ver irremediablemente que se venía un cuento de mi país, del que nadie quería saber nada. A menos que fuese algo bueno, divertido, gracioso, algo que se pudiera comprar o conseguir, algo que les hiciera pasar el rato y no sufrir. No, definitivamente a nadie, por más voluntad que pusiera, le gustaba escuchar de mi país, tan insignificante.
O al menos eso era lo que yo sentía. Simplemente no me podían entender, si no les pasaba lo mismo que a mí.
Hablando con mis compatriotas, otros enfermos de lo mismo que yo, me sentí por fin como en casa. Pude compartir la nostalgia del exilio y las dificultades de adaptación a todo lo nuevo. Empecé a entender por qué siempre se agrupaban las comunidades extranjeras en otros países.
Sonó el largo timbre tan esperado por los chicos anunciando el fin del día escolar. Mientras esperaba parada sentí que el piso se movía. En el esfuerzo por que no se notara, me quedé sola. Abrieron el portón dos maestras que fueron llamando por megáfono a todos. Cuando escuché:
—Pool setenta.
Era el mío. Giré la cabeza para mirar hacia el patio y mi visión siguió girando, perdí el equilibrio y por suerte estaba cerca de la pared porque evité la caída chocando contra ella. Noté que sólo se había dado cuenta la maestra de primaria, que me conocía, y me preguntó:
—¿Estás bien?
Sabiendo que tenía los ojos rojizos por el cansancio debido a dormir poco, no quise mirarla, no atiné a decir otra cosa que:
—Sí.

16 comentarios:

Anónimo dijo...

Margarita:
muchas veces los que no estamos en el país del Parkinson, no percibimos la soledad del exilio, y otras tantas hacemos silencio ofreciendo nuestra compañía de esta forma. Pero las palabras no están de más: no estás sola y quisiera aprender a hablar el idioma de tu país.
Te quiero mucho,
María Nina.

Marina Lassen dijo...

Muchas gracias Maria Nina! La gente sencible como vos no necesita aprender nada especial. Solo con acercarte, haber entrado a mi blog y mostrarme tu cariño me hiciste muy bien. Fuiste la primera comentarista, y por ahora la única! jaja
Tengo planes de agregar mucho pero tengo que aprender mejor como se hace.
Un beso grande

park_ashdod dijo...

brabo ,, muy bien expresado ..
. y dices que tienes que aprender ,? pues aslo pronto ..
nuevamente a tu disposision ..
desde ashdod .. israel
uner

Anónimo dijo...

QUERIDÍSIMA MARINA , ACABO DE LEER TU BLOG Y LLORE , QUE PUEDO HACER PARA QUE SIENTAS CUANTO TE QUEREMOS , CUANTO TE ADMIRAMOS , POR TU FUERZA , TU BELLEZA INCREÍBLE , DE ADENTRO Y DE AFUERA ,
LO AMOROSA QUE SOS , QUE TODO EL MUNDO TE ADORA ,
COMO SOBRELLEVAS TU ENFERMEDAD , YO NO TE HABLO DE ESO , PERO NO PORQUE NO ME GUSTE ESCUCHAR , SINO PARA SER DISCRETA , PERO YA SABES QUE TENGO MIS OÍDOS , PARA ESCUCHARTE SIEMPRE QUE QUIERAS ,
YO TE ADORO , Y TODO LO QUE TE PASA , ME ANGUSTIA MUCHO ,
TE QUISIERA AYUDAR EN CUALQUIER COSA QUE PUEDA , DEJAME HACERLO , ME VA A HACER SENTIR MEJOR ,
TE MANDO UN BESO MUY GRANDE
MARIA

Anónimo dijo...

Yo se lo que es sentirse extranjero en uno o varios países.
Tener que adaptarte al país (MONSTRUO EXTRAÑO) que es siempre un
desconocido, que siempre requiere un gran esfuerzo de parte de uno, que a
veces te agarra con mejor animo que otras.
Que miras a la gente y te sentis una extraña entre miles que parecen
disfrutar conversaciones de las que uno no se siente parte, ni atraída, sino
AJENA, lejana en cuanto a intereses,prioridades, gustos, escala de
valores...
La diferencia es que mis MONSTRUOS son CONTROLABLES. Adaptarme más o menos a
un país, depende enteramente de mi esfuerzo personal.
Siento que lo que más te cuesta (y nos costaría a todos) es sentir que TU
MONSTRUO escapa a tu control. Debe ser lo más atermorizante.
No me siento enteramente parte de los que se aterran del solo hecho de
pensar en escuchar cosas que no son lindas, pero si pienso que todos tenemos
un poco la tendencia.
Tenemos los oídos más abiertos para querer oír lo lindo y lo que da
satisfacción, que lo doloroso que te pone en contacto con los propios
dolores, con los propios miedos.
Te quiere mucho y ojalá cada día tenga la capacidad de acompañarte un
poquito más,
Mechi

Anónimo dijo...

Desde que me comentaste de tu país, no pude dejar de tenerlo presente cada vez que te veo o veo a alguien de los tuyos y cada vez que no estás también.
No es casualidad que yo hoy esté teniendo la primera aproximación a tu blog, a tu país, a tu mundo, cuando justo ayer me diagnosticaron un neurisma del quinto par del trigémino.
Yo no conocía ese país, lo estoy empezando a conocer y estoy segura que nos vamos a llevar muy bien.
No puedo más que admirarte y aprender, caminando.... despacito que el zapallo me sienta bien.
Lorena

Anónimo dijo...

Marina,
Leyendo esto pude ponerme en tus zapatos por un momento. Entiendo lo que decis con eso de ser "extranjero". Yo no tengo recetas mágicas, pero creo que estás en lo correcto cuando decis que no es bueno tratar de parecer nativa sino ser uno mismo. Vos tenés todo para conquistar cualquier país, sensibilidad, inteligencia, belleza, simpatía y sobre todo amor, el tuyo, el de madre, y el nuestro con el que tratamos de abrigarte de la mejor manera para que no te sientas sola.
Te quiero mucho
Nadine

Anónimo dijo...

La vida nos unió inesperadamente, tan inesperadamente como un día nos separó. Compartimos muchos sueños, muchas noches de conversaciones interminables, paseos, música...estoy aprendiendo a tocar piano y todavía recuerdo, tantos años después, las canciones que me enseñastes!!
¿Quién sabe si algún día nos volveremos a "encontrar"?...tal vez sí...tal vez no.
Lo que sí sé es que fuistes mi mejor amiga por muchos años, que tus cartas y tu amistad fueron muy especiales para mi,y eso nunca me lo voy a olvidar...NUNCA
Estoy aquí...la vida nos separó o tal vez dejamos que nos separe pero "estoy aquí" y quiero que sepas que podés contar conmigo.
" No nos ocurren cosas buenas o malas, solo nos ocurren cosas perfectas"...no se quien lo dijo pero a mi me da mucha fuerza.
Con mucho cariño
Mónica

Marina Lassen dijo...

Muchas gracias a todos por sus comentarios!
Moni, tenemos que hablar, porque es cierto que nos distanciamos pero vos sabes tambien lo importante que fue nuestra amistad. Todavia hoy en dia escucho algo de Salta o Bariloche y me hace acordar a tu maravillosa familia. Y yo creo que pueden haber etapas de cambios en la vida, pero en la escencia somos las mismas, asi que deberíamos retomar nuestro diálogo.
Ya que mencionaste nuestras cartas... se ve que desde siempre tendi a expresarme mejor por escrito que de frente. Sigo intentando aprender...
Un beso grande

Anónimo dijo...

en medio de los problemas, los remedios, el malestar, encuentro en vos Marina una busqueda tan vital, una conexion admirable con tus sentimientos, tu evolucion, tu cuerpo.
Me parece que la Marina que muchas veces se ve a si misma insegura y temerosa crece a grandes pasos y tiene recursos internos gigantes y nos esta enseñando a todos a acercarnos, y a compartir su mundo y forma de expresarse, escribiendo.
Gracias por dejarme ser parte....
Gaby

Anónimo dijo...

Queridisima Marina: te agradezco tanto que nos cuentes de tu enfermedad,asi te podemos acompañar mejor.
No se que decirte.... quisiera poder ayudarte, no se como... lo hare rezando para que tengas fuerzas y no bajes los brazos.Cuando me necesites te espero, cuantas veces lo precises
Es tan importante todo lo que pongas de ti ....es dificil,pero te toca luchar. a otros no les toca, pero no te desgastes con esto, no sirve Yo te veo como una chica muy valiente,y en buen camino
Si no recibia este testimonio, no me hubiera animado a hablar contigo, siempre esta el sentimiento de no molestar, no creas que es indiferencia!
Tienes una linda familia que te necesita, esto te dara fuerzas, hay quienes dependen de ti, que importante!
Un abrazo muy grande de Silvia

Marina Lassen dijo...

Gab: muchas gracias, querida amiga, vos sabes que te quiero muchisomo.
Silvia: desde ya que se que no es por indiferencia! Si, voy a seguir.
Estoy empezando a ver que hay mucho de "autoexilio", en el sentido que por un lado me siento como extranjera, pero que eso se puede mitigar mucho abriendo las puertas a los demas, me aparte mucho yo misma. La verdad que en ese caso pido disculpas a los que falle para un cumpleaños o me olvide de algo, hago lo que puedo y trato de mejorarme.
Besos
M

El Mostro dijo...

Como te enojaste, vine y busqué y encontré este post.
Mierda, mierda de enfermedad.

Marina Lassen dijo...

Que me enoje?? Cuando???
Nada que ver Monster.
Gracias por pasar.
Beso
M

*//////* dijo...

Margarita... me vine a conocerte luego de tu comentario en el blog de Santi Tena, cuando hice un post de Kahlil Gibran "tus hijos"... y en verdad tu comentario me pareció breve y tan tan acertado. No es lo mismo leerlo cuando somos hijas a leerlo actualmente siendo madres. Yo tmb tengo casi tu edad, 42 años... y te decía, me vine hasta aquí a conocerte, conocer tu espacio, tus ideas, tus pensamientos, tu letra, tus emociones... y en el sidebar me encontré con "MIS POST PREFERIDOS" ... cuando ví parkinson... pensé... quizás algún familiar... pero no esperaba encontrarme que eras propiamente vos quien lleva esa pesada carga... tener en aquel momento 35 cuando te lo diagnosticaron...

Realmente te admiro. No tengo palabras para describirte cuanto. Y ahora que ya pude conocer al menos una partecita tuya, seguiré leyendo para disfrutar de este hermoso sitio que tienes creado.

Te abrazo fuerte y espero que me visites algún día si quieres.
Yo seguiré viniendo :)

Anónimo dijo...

Marina Querida: Excelente descripción del cuadro que vivimos desde adentro los que convivimos con ésta rara enfermedad, incluído el tema del olfato, casi lo perdí, jajaj.
Juli.